Vuela
demasiado bajo. La gaviota roza la furgoneta que viene de frente y describe en
el aire un escorzo desequilibrado. Cae en mi carril. Esas décimas de segundo
hasta que la atropello me provocan un vivo estremecimiento. Porque queda
delineado, diáfano, el perímetro de la existencia. Y porque su transposición
resulta inminente e inevitable. El momento es intenso, trágico, turbador. De
repente, alcanzo a comprender esa mezcla de horror y perplejidad que a veces
traía mi padre en los ojos cuando llegaba a casa. No era tanto el hecho de atropellar
a un suicida como la conciencia nítida de no poder hacer nada por evitarlo.
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*Este microrrelato ha llegado a las deliberaciones finales del concurso de Lamicrobiblioteca en la convocatoria del mes de febrero. Muy contento de aparecer al lado de nombres como los de Pedro Herrero, Elena Casero, Xesc López o Jordi Masó Rahola.