domingo, 9 de agosto de 2015

NOTA EN EL DIARI DE GIRONA



Escribir es un viaje que no cesa nunca”

CONJUNTO DE RELATOS. Iván Teruel publica El oscuro relieve del tiempo, (Edicions Cal·lígraf), una serie de microrrelatos intensos, acompañados por las ilustraciones de  Mercè Riba, en los que aborda temas de acuciante contemporaneidad y en los cuales el tiempo es su denominador común y protagonista.




Por Matías Crowder

Intentó soplar un globo hacia adentro. Y al aspirar, el globo se le quedó en la garganta, asfixiándolo. Este hecho es el eje de uno de los cuentos. Lo toma de un episodio auténtico de su infancia y lo vuelca al papel en su nuevo libro, El oscuro relieve del tiempo. Licenciado en Filología Hispánica, Iván Teruel (Girona, 1980) vive en el Alt Empordà, desde hace cuatro años, donde es profesor de educación secundaria. 

Los cuentos de El oscuro relieve del tiempo son una serie de microrelatos logrados, donde la falta de sensación de seguridad y confort en la lectura parece la búsqueda de anticuerpos para quien los lee.  

Si lo que dice Vargas Llosa es cierto, que la escritura funciona como exorcismo de los demonios personales del escritor, Iván Teruel parece de acuerdo con ello: ”a pesar de que para mí la escritura todavía es un proceso un tanto tortuoso, siento una necesidad difusa de escribir, de darle forma a las historias que se me ocurren. Sólo después me doy cuenta de que, durante el proceso, el inconsciente ha ido trabajando en paralelo, de forma soterrada. Y entonces me percato de que hay una serie de obsesiones que me persiguen, de cuya magnitud, sin embargo, no era del todo consciente antes”, comenta.

Nacido en el barrio de Santa Eugenia de Girona, a los cinco años su familia se fue a vivir a Salt. A pesar de ello siguió estudiando en el colegio Santa Eugenia y jugando al fútbol muchos años en la Unió Esportiva Can Gibert. “Girona, para mí, durante mucho tiempo fueron los barrios de Santa Eugenia, Can Gibert y, parcialmente, San Narciso. Barrios obreros, como se ve. Quizás por eso siempre percibí el centro de la ciudad como un lugar distante y más bien frío. Durante los cinco años que cursé la carrera de Filología en la Facultad de Letras tuve esa sensación”, comenta. Ahora que lleva varios años por tierras ampurdanesas, y frecuenta menos la ciudad, ha sido cuando he empezado a apreciarla de otra forma. “He tenido que verla con ojos mitad foráneos, mitad nostálgicos para reconocer el vínculo emocional que me une a ella en su conjunto”, reconoce.

Iván Teruel empezaría a escribir de manera más metódica hace cinco años cuando, como muchos otros “rooquies” de la literatura, abrió un blog literario en el que fue colgando textos. Y entonces empezó a viajar. Porque, según asegura, “escribir es un viaje que no cesa nunca”. 

Como profesor de instituto, comenta que acercar la literatura a los adolescentes es a veces más difícil que escribir un libro. “Llevar la lectura a los jóvenes depende de circunstancias complejas. Hay entre los adolescentes un rechazo acusado y generalizado por la misma. A eso se añade, en la actualidad, una sociedad marcada por el componente audiovisual, por el bombardeo permanente de información en las redes, lo que lleva, muchas veces, a un conocimiento fragmentario y superficial. Se trata de esa especie de mariposeo cognitivo que nos sume en un estado de impaciencia permanente, vivimos pendientes en todo momento de la novedad, esclavos, de repente, de la inmediatez. En esa ecuación, el papel del profesor aparentemente sería bastante residual. Aunque prefiero creer que no. Prefiero creer que tenemos la capacidad de generar, de vez en cuando, la chispa que enciende la mecha”, comenta.

Muchas veces he deseado haber tenido una infancia más dura para poder resultar más genuino en lo que cuento”, asegura Teruel en referencia a la dureza de sus textos. 

Derrota, dolor, penumbra, son algunas de las palabras en que giran los títulos de sus relatos, no sin razón. La cara oculta de nuestra condición, al fin y al cabo, aquella que escondemos tras los prejuicios, los mitos, la moral, la religión o la ideología. Y como contrapeso de toda esa oscuridad. “La oscuridad también nos designa. Forma parte indisoluble de nosotros. El contrapeso a todo eso es el propio impulso vital, la energía que nos mueve a querer ser felices a pesar de todos los palos en las ruedas que nos encontramos en el camino”. 

El tiempo es una ficción”, asegura el autor, “una creación humana que busca ponerle un contorno al caos, al cambio incesante que define nuestras vidas. El relieve del tiempo es esa fluctuación invisible que nos lleva de un lado al otro, que escapa a nuestro control y que trasciende la medición de los relojes. Es esa fluctuación y, también, las marcas que nos va dejando ese vaivén. Es, en definitiva, la silueta de nuestra existencia, el contorno que nos queda tras la erosión de las idas y venidas”.

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